Contexto

Dar escuela

La expresión “dar escuela” era conocida cuando ya en casas, portales de iglesia, bajo un horru se producía la magia de la enseñanza de las primeras letras, aprender a leer y escribir o las cuentas más básicas, ya sea con maestros, curas o quien sabia un poco más; niños y niñas recibían una transmisión de conocimientos básica.

Las comunidades y las instituciones hacían esfuerzos por luchar contra la ignorancia, que la generación siguiente tuviera lo que las predecesoras no tuvieron. Y es en 1857 cuando se aprueba la  Ley de Instrucción Pública conocida como la ley Moyano que establece los principios de obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria.

"Está ley pretendía la difusión y progreso de la instrucción popular en su primer nivel, se instituía así la enseñanza obligatoria desde los 6 a los 9 años, ampliándose hasta los 12 ese periodo con una modificación realizada en 1909. La dotación de locales materiales y salario para el personal docente corría a cargo de los ayuntamientos.

Hasta 1911 cuando el Estado se hizo cargo efectivo del pago a los maestros eran los ayuntamientos con pagos bien exiguos quien se hacia cargo."

La escuela primaria en Asturias (1923-1937) los procesos de
alfabetización y escolarización. Angel Mato Diaz

Recuerdan en los años 40 y 50 la figura del habilitado nacional que mensualmente era el encargado de pagar a los maestros en metálico, habitualmente estas personas se encargaban de entregar el sueldo a los maestros de distintos pueblos que acudían a la cabecera del concejo. En los 60 ya se cobraría a través de los bancos, para hacernos una idea en uno de los libros de registro escolar el maestro de 1963 anotaba datos administrativos y también su sueldo 27.600 pts. anuales


 

La mejora de la situación educativa pasaba por aumentar los recursos tanto de profesionales como de infraestructuras para avanzar en la reducción del índice de analfabetismo, cuyas cifras eran muy dispares en función de la región, zona urbana o rural, etc.

La lucha contra el analfabetismo y escuelas. Cifras

1930

Población España            25.563.867       

Analfabetos             10.785.395

                                  42,19  %

En Asturias               29,83 %

        En Infiesto                 26,73 %*       

                                                            *en 1920 era de un 42,5%

        Escuelas nacionales censo Piloña

          1918 —38                  1923—47

La red escolar asturiana entre 1923 y 1931 se amplió en 220 unidades escolares, aunque no palió el déficit teniendo en cuenta el paso de la edad de escolarización de 6 a 12 hasta 1923 para pasar a cubrir de 4 a 14 años.

El  mayor ritmo de creaciones de unidades escolares se dio en la época de la II República con 755 nuevas escuelas en poco más de 5 años, en abril de 1931 a julio del 36 se produjo un incremento cuatro veces mayor que en la dictadura en el mismo periodo de tiempo

En Piloña fueron 22 las nuevas escuelas

"El concejo de Piloña ocupa un amplio espacio geográfico de 263 km cuadrados entre el río que lleva su nombre el  macizo del Sueve y las estribaciones de la cordillera.

La población oscilaba en torno a 18000 habitantes en 1920 y se agrupaba en pueblos importantes en el valle o se dispersaba en aldeas o quintanas en las vertientes montañosas, la red escolar ya cuantiosa desde principios de siglo.

Las escuelas nacionales sumaban 47 en el año 1923 con un grupo escolar graduado en la capital, patrimonio del que disponían escasas villas asturianas

Además tenía dos colegios privados de pago para varones y para mujeres dirigidos por instituciones religiosas y que combinaban la primera enseñanza con bachillerato comercio y otros estudios especiales para las mujeres

Pero los informes de inspección educativa reflejaban deficiencias:  

“en algunas de las escuelas en Lodeña impartían la clase en el pórtico de la iglesia y otras tres escuelas estaban clausuradas por sus malas condiciones higiénicas.

En 1923 se decía, en el concejo de Piloña funcionan en pésimas condiciones las escuelas de Lodeña, El Moro y Cereceda en donde se construyen edificios con prestación personal pero presentan excusas a terminarlos, idem las dos de Anayo, los dos de San Román, las de Lozana, Villar y Cardes y Miyares están en casas particulares inadecuadas, la de Priede en la iglesia; en Miera y Viyao la escuela es húmeda. Todas ellas con su material fijo paupérrimo.”

En la república el impulso a la educación es notable desde el Ministerio de Instrucción Pública pero Piloña fue el único de los municipios importantes sin un crecimiento significativo de escuelas durante la República a pesar de que se advierte la existencia de déficits educativos por ejemplo en Villamayor donde había dos escuelas con 80 alumnos cada una; la responsabilidad del frenazo de la actividad escolar corresponde a la corporación republicana con presencia mayoritaria de los republicanos de derechas

La construcción de nuevas escuelas que si hubo, se debió a la colaboración entre emigrantes, vecinos y el propio municipio hasta un total de 10 nuevas unidades.

Los pueblos de Torazo, Viñón, Ceceda, El Remedio, Borines, Cereceda y Pintueles tienen escuelas de indianos asignando a los emigrantes el papel de socios capitalistas y el de industriales a los vecinos del pueblo que contribuyen con la prestación personal, no faltando nunca el apoyo del municipio qué es el primer factor en algunos casos."

“La enseñanza primaria en la zona industrial de Asturias 1898/1938” de  Aída Terrón Bañuelos

Otras escuelas indianas

La aportación de los indianos se complementaba como en el caso de Areñes con la colaboración vecinal, en muchas ocasiones el solar en el que debían de emplazarse la escuela del pueblo era de uno de los vecinos en otras ocasiones se encargaban de aportar materiales en la medida de sus posibilidades en sextaferias, apeonando los albañiles, cargando los materiales.


En la década de los años 20 con capital indiano se construyeron en Piloña escuelas en:

Infiesto

La historia de esta escuela se remonta al siglo XVIII en 1724 el alférez real Juan Blanco de Lozana (Piloña) envía desde el parral México más de ochenta mil pesos para capellanías y conventos, esta obra pía se perpetúa y años más tarde se decide dedicar la renta de aquel capital para fundar y sostener una escuela. 

En la plaza de la Benéfica, lo que actualmente es la residencia de mayores se construyeron unas escuelas municipales unitarias para niños y niñas entre 1908 y 1910 la que actualmente es la residencia de mayores. El arquitecto fue Juan Álvarez Mendoza.

Anayo

Se construyó una escuela unitaria sufragada por el pueblo con aporte económico de la “Sociedad Naturales de Anayo” de la Habana quien envió 6751 pesetas en el año 1924

Antrialgo 

Eduardo Álvarez Fernández (acaudalado indiano del palacio de Sotiello) mandó construir en 1925 en Espinadal el grupo escolar de su mismo nombre.

Cereceda

Los años previos a 1926 José Cueto de la casa Pontigon en Fios Parres y emigrante en México costeo la construcción de una escuela junto a la iglesia parroquial

La Piñera

Eduardo Álvarez Hernández también donó el dinero para la construcción de un grupo escolar en la Piñera en 1927 y fueron los vecinos los que aportaron la mano de obra.

Pintueles

La escuela unitaria para niños y niños con vivienda para el maestro construida hacia 1926 , obedece a un modelo mixto de financiación, ya que el solar fue donado por el ayuntamiento , el edificio fue costeado por el indiano José Llanos Cueli de casa del Palacio y los gastos de mantenimiento corrieron a cargo de otros emigrantes constituidos en sociedad de instrucción.

Coya

Manuel Cabanes Cotayo natural del lugar y emigrante en México, en 1775 donó una casa y 1000 pesos 200 ducados para fundar una escuela y capellanías. La citada escuela quedó arruinada en la en la década de 1920 y los vecinos decidieron construir una nueva escuela con dos aulas , contando con la aportación económica de Manuel Huerta emigrante en Cuba.


“Escuelas de indianos y emigrantes en Asturias. Rehabilitación de las escuelas de Vidiago”   
de Cosme Cuenca Busto, María Fernanda Fernández Gutiérrez y Jorge Hevia Blanco, Ediciones Trea



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